Obstáculos en infraestructura, normativas y equidad amenazan convertir potencial en infraestructura estancada.
América Latina tiene el potencial para convertirse en un líder global en energía renovable. Países como Brasil, Chile, México y Argentina concentran más del 80 % de los proyectos en curso, con planes para casi 450 GW en capacidad instalada hasta 2030. Entre 2022 y 2023 se instalaron unos 26 GW, aunque aún se requiere duplicar este ritmo para cumplir las metas de descarbonización.
Además, la región alberga cerca del 56 % de las reservas mundiales de litio, elemento clave para baterías y tecnologías limpias . El desarrollo de esta industria, si se regula adecuadamente, ofrece una oportunidad para financiar internamente la transición energética.
Sin embargo, los desafíos son múltiples. En primer lugar, aunque la región canalizó casi USD 45.000 millones en financiamiento para renovables entre 2018 y 2023, esto representa solo entre 3 % y 5 % del PIB regional, por debajo de los niveles requeridos . Según el IEA, harán falta hasta USD 150 mil millones anuales para 2030, y un volumen sustancialmente mayor para 2050.
Los costos de financiamiento también resultan críticos. Países como Brasil y México enfrentan tasas muy elevadas, de entre 9,5 % y 13,5 % para proyectos solares, lo que encarece y retrasa las inversiones. Además, la escasez de liquidez en mercados de deuda y la incertidumbre macroeconómica limitan el acceso a capital global a largo plazo.
Regulación débil y falta de integración
La ausencia de marcos regulatorios sólidos y políticas energéticas estables frena iniciativas. Las licitaciones, autorizaciones y tarifas de conexión a la red aún no ofrecen suficiente certeza a los inversionistas. Además, la infraestructura de transmisión eléctrica sigue siendo frágil, lo que impide integrar nuevos proyectos renovables en la red central.
En Colombia, grandes proyectos eólicos quedaron paralizados a pesar del potencial de hasta 18 GW, debido a retrasos regulativos y conflictos sociales con comunidades indígenas .En Brasil y Chile, la conectividad energética se vuelve cuellos de botella conforme aumentan las instalaciones solares y eólicas.
Los sistemas energéticos siguen siendo desiguales. En países como México, incluso con un crecimiento en generación distribuida, aproximadamente el 40 % de las empresas industriales reportan cortes eléctricos frecuentes, lo que afecta productividad . Además, millones de personas en zonas rurales aún dependen de leña para cocinar, lo que añade presión sobre salud y pobreza energética. La transición energética debe ser inclusiva y evitar que solo una minoría acceda a tecnologías limpias mientras el resto del país queda rezagado.
Papel de Bolivia y oportunidades emergentes
Bolivia depende hoy en más de un 80 % del gas natural para su energía primaria, mientras apenas el 2 % proviene de energías renovables como solar o eólica. Aunque el país exporta energía eléctrica, su enfoque renovable aún es incipiente.
El potencial local es alto: zonas con radiación solar intensa y viento en regiones andinas y altiplánicas abren oportunidades para proyectos solares y de hidrógeno verde. Bolivia también podría liderar el procesamiento regional del litio para la fabricación de baterías, financiando parte del cambio energético.