Analistas señalan que Bolivia entra en una fase crítica donde sus reservas internacionales reducidas, combinadas con una deuda externa creciente y una economía estancada, colocan al país en una encrucijada macroeconómica real, con el riesgo de un impago soberano tangible.
Reservas al borde del colapso y deuda en ascenso
Bolivia enfrenta una profunda tensión en sus cuentas externas. Las fuentes más recientes indican que el país cuenta con reservas internacionales que cubren apenas unos meses de importaciones, mientras el valor de sus vencimientos de deuda externa previstas supera los US $ 300 millones para marzo de 2026. Además, las principales agencias de calificación han situado la nota soberana en territorio “junk” ante el deterioro de la balanza de pagos y la creciente incapacidad para cumplir los compromisos financieros.
La disminución drástica de las reservas es producto de la caída en los ingresos por exportaciones, principalmente del gas natural, y del creciente uso de oro u otros activos de reserva para compensar la falta de dólares. Esta retracción reduce el margen de maniobra del Banco Central y del Estado para intervenir en el mercado cambiario y asegurar abastecimiento externo básico.
Por otro lado, la ratio deuda externa sobre el PIB, estimada por diversas fuentes en torno al 30 % o más, ha generado alarma entre inversores que ya incorporan en los precios de los bonos soberanos de Bolivia una probabilidad considerable de reestructuración. La combinación de baja divisa activa, alta carga de deuda y déficit fiscal advierte un escenario de vulnerabilidad creciente que puede desembocar en impago si no se mide con precisión.
Contexto internacional y riesgos para la economía boliviana
El entorno global amplifica los desafíos bolivianos. En un contexto donde el costo de financiación para emergentes se ha elevado, y las tensiones geopolíticas impulsan reformas estructurales en los países de renta media, Bolivia se encuentra rezagada en ajustes. El país requiere financiamiento externo, mejor posicionamiento en los mercados de capital y confianza renovada para acceder a líneas de crédito que le permitan cubrir sus obligaciones sin recurrir a medidas extraordinarias.
La reticencia a una estrategia de estabilización, junto con rigideces en el tipo de cambio y un modelo de desarrollo que descansa en la renta hidrocarburífera, coloca a Bolivia en una zona de fragilidad estructural. Expertos coinciden en que sin reformas profundas y apoyos internacionales, el riesgo de default pasa de ser una remota posibilidad a una amenaza concreta.
Desafíos de política económica que no admiten demora
La próxima administración boliviana tendrá que operar en un espacio muy reducido: estabilizar el marco macroeconómico, reactivar el crecimiento y reducir la vulnerabilidad externa. Para ello, es esencial mejorar la eficiencia fiscal, diversificar las exportaciones, reducir la dependencia de importaciones y reforzar las reservas mediante activos líquidos o mecanismos de crédito multilateral.
El éxito de estas medidas no radica únicamente en los ajustes técnicos sino en la credibilidad que puedan generar frente a los mercados financieros, los organismos multilaterales y los inversionistas globales. Solo de ese modo podrá evitar el escenario que hoy muchos estamentos económicos dan por plausible: un incumplimiento de obligaciones que arrastraría costos significativos para el país.