El país llega a las elecciones generales de 2025 con una economía marcada por la escasez de divisas, bajo crecimiento y una inflación acumulada al alza. Mientras tanto, los jóvenes votantes emergen como el grupo que podría definir el rumbo político y económico de la próxima década.
Un proceso electoral en medio de una tormenta económica
Bolivia se prepara para elegir a su próximo presidente en un contexto de una de las crisis económicas más profundas de los últimos años.El país enfrenta un deterioro sostenido en su capacidad productiva, una escasez estructural de dólares, una creciente dependencia de las importaciones de combustibles y un nivel de reservas internacionales históricamente bajo.
El crecimiento económico, que durante la década pasada se ubicó entre los más altos de Sudamérica, se ha desacelerado de forma significativa. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe proyecta para 2025 un crecimiento inferior al promedio regional, mientras que el Banco Mundial prevé incluso una contracción. Este escenario refleja los efectos combinados de la caída en la producción de gas natural fuente clave de ingresos externos, el estancamiento de la inversión privada y los desafíos fiscales que enfrenta el Estado.
El tipo de cambio se mantiene fijo desde 2011, pero las presiones en el mercado paralelo y la falta de divisas han generado distorsiones que complican las operaciones del sector privado, el abastecimiento de insumos importados y la estabilidad de precios. En este contexto, las políticas económicas del próximo gobierno serán determinantes para restaurar la confianza y reactivar el crecimiento.
El peso del voto joven y la demanda de cambio
Más allá de la situación económica, el proceso electoral estará marcado por una nueva composición del electorado. De acuerdo con datos publicados, cerca del 40% de los votantes en 2025 serán jóvenes menores de 35 años, un segmento que ha crecido en número e influencia en la última década.
Estos electores no vivieron de manera directa la crisis política de 2019 ni el auge económico de los años de altos precios del gas, y su voto tiende a priorizar oportunidades laborales, estabilidad económica, educación y acceso a tecnología. Además, muestran un mayor interés por la transparencia institucional y la sostenibilidad ambiental.
El desafío para los candidatos será conectar con este sector, que se informa principalmente a través de plataformas digitales y redes sociales, y que suele expresar su descontento con la falta de oportunidades más que con ideologías políticas tradicionales.
Desafíos estructurales y necesidad de un nuevo ciclo económico
El próximo gobierno deberá asumir el poder con un entorno fiscal estrecho, reservas internacionales en niveles críticos y un sistema productivo que requiere diversificación. Expertos coinciden en que la recuperación dependerá de medidas que restablezcan la confianza de los inversores, promuevan exportaciones de valor agregado y modernicen el aparato estatal.
El contexto internacional podría jugar un papel dual. Por un lado, la demanda global de minerales críticos y alimentos abre una oportunidad para atraer inversión extranjera y fortalecer las exportaciones. Por otro, la caída de precios del gas y el aumento del costo de los combustibles importados limitan el margen fiscal y presionan la balanza comercial.
Bolivia, históricamente dependiente de los ingresos energéticos, se encuentra ante la necesidad de redefinir su modelo económico y aprovechar su potencial en sectores como el litio, la agroindustria y la manufactura sostenible. La gestión que surja de las urnas deberá enfrentar el reto de combinar estabilidad macroeconómica con generación de empleo y credibilidad institucional, en un entorno regional competitivo y cambiante.