La Reserva Federal redujo su tasa de referencia al rango de 4 %–4,25 % y anticipa más recortes. La decisión amplifica la presión sobre el dólar y consolida el avance de monedas latinoamericanas, en un año marcado por flujos de capital hacia mercados emergentes.
Después de meses de mantener una postura restrictiva para contener la inflación, la Reserva Federal (Fed) decidió aplicar su primer recorte de tasas de 2025. La nueva banda, entre 4 % y 4,25 %, busca dar oxígeno a la economía estadounidense ante las señales de enfriamiento en el empleo y el consumo.
El ajuste no fue sorpresivo para los mercados: los inversores ya descontaban un giro monetario, con expectativas de hasta dos reducciones adicionales antes de fin de año.
Un dólar en mínimos históricos
El anuncio tuvo un efecto inmediato sobre la divisa estadounidense. El índice dólar (DXY), que mide su fortaleza frente a una canasta de monedas globales, acumula una depreciación del 10,8 % en lo que va de 2025, la peor caída en más de una década.
El debilitamiento del dólar impulsó los precios de las materias primas: el oro superó los USD 2.500 por onza, mientras que el petróleo se estabilizó en torno a los USD 85 por barril, generando un entorno favorable para países exportadores de commodities.
América Latina: ganadores y rezagados
El nuevo ciclo de la Fed transformó el panorama financiero de la región. Monedas como el real brasileño (+16,5 %), el peso colombiano (+13,97 %) y el peso mexicano (+13,84 %) registraron notables apreciaciones, fortalecidas por la entrada de capitales y el diferencial de tasas.
En contraste, no todos lograron aprovechar el contexto: el peso argentino cayó 29,72 % en lo que va del año, reflejando fragilidad macroeconómica, mientras que la lempira hondureña (-3 %) y el peso dominicano (-1,51 %) también retrocedieron. El debilitamiento del dólar abre espacio para aliviar presiones inflacionarias en América Latina, dado que abarata importaciones de insumos y energía. Además, mejora la competitividad de exportaciones agrícolas y mineras en mercados internacionales.
Sin embargo, persisten riesgos. Un repunte de la inflación en Estados Unidos podría frenar la flexibilización monetaria, revirtiendo parte de los beneficios actuales. A ello se suma que países con desequilibrios fiscales o alta dependencia de subsidios pueden quedar rezagados en el escenario regional.