Los paros y bloqueos en Bolivia han dejado un impacto devastador en la economía nacional, acumulando pérdidas cercanas a los $us 3.000 millones en 2024
El prolongado ambiente de conflictividad social ha golpeado de forma desproporcionada a sectores estratégicos como la minería, la agroindustria y la exportación de hidrocarburos. Santa Cruz, el motor económico del país, ha sido especialmente afectada, dado que concentra una significativa proporción de las exportaciones agrícolas. De manera particular, el acceso a mercados internacionales como Brasil y Argentina se ha visto comprometido debido a la interrupción constante del transporte de carga.
A nivel local, micro y pequeñas empresas también reportan disminuciones drásticas en ingresos, con muchos emprendimientos familiares al borde del cierre definitivo. El encarecimiento de los alimentos, derivado del desabastecimiento, ha intensificado las críticas hacia la gestión de los conflictos.
Presiones internacionales y futuro incierto para Bolivia
Si bien las tensiones internas continúan dominando la agenda nacional, las repercusiones alcanzan también el ámbito internacional. Analistas coinciden en que los desafíos estructurales de Bolivia, sumados a la percepción de inestabilidad, dificultan la llegada de inversiones extranjeras en un momento crucial para la diversificación económica. En términos de comercio exterior, la reputación del país como proveedor confiable está en riesgo. Esto podría implicar la pérdida de contratos clave y relaciones comerciales de largo plazo, especialmente en sectores de alto valor como los productos orgánicos.
Frente a este escenario, organismos empresariales y sectores ciudadanos han hecho un llamado a un diálogo efectivo y duradero que priorice los intereses económicos del país. Sin embargo, la falta de acuerdos concretos mantiene la incertidumbre. Con una economía que lucha por mantenerse a flote, los paros no solo reflejan las tensiones políticas del momento, sino también la necesidad de reformas estructurales que impulsen la competitividad y la estabilidad. El desafío ahora no es solo solucionar las demandas inmediatas, sino garantizar un crecimiento sostenible que proteja los logros alcanzados y los objetivos establecidos.