Productores reducen la siembra y alertan sobre un deterioro irreversible si no se aplican reformas estructurales urgentes
La cadena productiva de la soya en Bolivia atraviesa su peor crisis en años. Entre enero y diciembre de 2024, las exportaciones de soya y sus derivados se desplomaron en más de $690 millones, una caída del 63% respecto al año anterior, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). La sequía en Santa Cruz, sumada a una infraestructura logística deficiente y políticas restrictivas, han expuesto las debilidades estructurales del principal cultivo de exportación del país.
Sequía histórica y desplome productivo
La Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo reportó una reducción del 37% en la producción de soya en 2024, alcanzando 2.026.412 toneladas, frente a las 3,2 millones de toneladas del año anterior. La productividad promedio cayó de 2,05 a 1,30 toneladas por hectárea, reflejando el impacto severo de la sequía en Santa Cruz, la principal zona productora.
Infraestructura deficiente y restricciones gubernamentales
Más allá del clima, la logística deficiente ha agravado la situación. El mal estado de las carreteras y la falta de mantenimiento en rutas clave dificultan el transporte eficiente del grano desde el campo hasta los centros de procesamiento y exportación. Además, en enero de 2025, el gobierno suspendió las exportaciones de soya, argumentando que los productores obtienen mejores precios en el mercado interno, donde la tonelada se cotiza en $564, frente a los $416 en la Bolsa de Rosario y $378 en la de Chicago. Esta medida ha generado incertidumbre y preocupación entre los productores, que temen pérdidas adicionales estimadas en $250 millones.
Siembra en riesgo: menos superficie y menor inversión para 2025
La falta de incentivos, las trabas a las exportaciones y la inestabilidad climática han llevado a un replanteamiento en la estrategia de siembra para este 2025. Productores consultados por medios especializados han adelantado que reducirán la superficie cultivada para la campaña de invierno y limitarán inversiones en tecnología y maquinaria. Anapo advirtió que, sin un giro urgente en las políticas públicas, Bolivia podría enfrentar una contracción aún mayor en su principal rubro agroindustrial. Esta situación también podría generar efectos inflacionarios en el mercado interno por menor disponibilidad de insumos derivados de la soya, como aceites y alimento balanceado.
La caída en las exportaciones de soya ha contribuido significativamente a las pérdidas en el comercio exterior boliviano, que superaron los $1.600 millones hasta septiembre de 2024. Expertos del Instituto Boliviano de Comercio Exterior advierten que, sin acciones inmediatas, el país podría enfrentar una crisis económica más profunda. Se requiere una modernización urgente de la infraestructura vial, políticas agrícolas sostenibles y un entorno legal que brinde seguridad a los productores.