Carlos Miranda Pacheco, exministro y exsuperintendente de Hidrocarburos. La aparición del gas natural boliviano a fines del siglo XX mostrando al país con grandes reservas hizo un importante impacto en la industria energética regional. La provisión real y/o potencial de abastecimiento de gas boliviano ha influenciado en el consumo de gas en los mercados energéticos
Carlos Miranda Pacheco, exministro y exsuperintendente de Hidrocarburos.
La aparición del gas natural boliviano a fines del siglo XX mostrando al país con grandes reservas hizo un importante impacto en la industria energética regional. La provisión real y/o potencial de abastecimiento de gas boliviano ha influenciado en el consumo de gas en los mercados energéticos de los países del Cono Sur.
En Brasil, el uso del gas natural era prácticamente inexistente hasta fines del siglo XX, no obstante la necesidad por el uso de combustibles de petróleo menos contaminantes. La política brasileña, fuertemente apoyada por Petrobras, era no importar gas a su territorio.
La conclusión del contrato de exportación de gas boliviano a Argentina y la existencia de una legislación atractiva a la inversión extranjera en el país hicieron posible que Brasil adopte la línea de importar gas natural.
El abastecer con gas el mercado energético más grande de América Latina desató una competencia geopolítica entre Bolivia y Argentina. Brasil optó por el abastecimiento directo de Bolivia. Esta decisión hizo posible la construcción del gasoducto Santa Cruz-Porto Alegre, una de las obras más grandes del continente y la suscripción del contrato de compra y venta de gas por 20 años, con entregas escalonadas.
El gas natural tuvo una gran acogida en el mercado brasileño. Además, una fértil e imaginativa relación entre las empresas estatales de ambos países amplió y aceleró las entregas de gas hasta llegar a los 30 millones de m3/d, la capacidad máxima del gasoducto en ocho años.
Habiendo Argentina perdido su ingreso al mercado brasileño dedicó sus esfuerzos a introducir gas en el mercado chileno. La recepción chilena al gas natural fue muy entusiasta, llegando a un consumo de 22 millones de m3/d en corto tiempo. Ese suministro fue abruptamente interrumpido por el gobierno de Kirchner, pero no obstante las dificultades que creó en los consumidores chilenos, éstos no olvidaron las bondades del gas natural, optando abastecerse de LNG de ultramar.
Como se puede ver, la presencia del gas natural boliviano en el mercado energético regional fue uno de los factores más importantes para que los países del Cono Sur incorporen este energético a sus patrones de consumo.
Mientras lo anterior ocurría, el precio internacional del gas inició una escalada sin precedente, paralela a la del petróleo crudo, que convirtió el contrato de venta de gas con Brasil como el más grande que ha suscrito el país en toda su historia. Los ingresos por venta de gas alcanzan a más de 40.000 millones de dólares.
Por otro lado, las exportaciones de minerales y productos agrícolas también experimentaron precios excepcionalmente buenos. La suma de todos estos factores ocasionó una bonanza económica también sin precedente. Como el aparato estatal no estaba preparado para esta lluvia de ingresos, su manejo fue en forma desordenada y sin planes a largo plazo, y con poco sentido de responsabilidad. El dicho “que lo comido y lo bailado no me lo quita nadie”, en los hechos se volvió una forma de proceder y, ¡como han comido y bailado!
En el sector hidrocarburos, los grandes ingresos fueron manejados como una doble herencia que llegó del cielo, con un espíritu de nuevo rico, sin lograr reponer el gas que se estaba consumiendo. Los precios internos subvencionados del gas insensiblemente fueron desarrollando un mercado interno de mayores proporciones, que a la fecha alcanza a los 14 millones de m3/d de gas.
Estamos llegando al final de esa gran fiesta. En meses termina el contrato con Brasil y no hay indicaciones de nuevos volúmenes de compra venta. El Gobierno argentino está dando todas las señales de que dejará de importar gas de Bolivia. Somos un país energéticamente gasificado y por el dictamen de La Haya seremos un país mediterráneo indefinidamente.
Todo lo anterior más el hecho de que somos parte del Convenio de París hacen imprescindible que adoptemos una política energética de corto, mediano y largo plazo. En los planes de esa política, primero se debe establecer un sistema de stocks energéticos de gas y petróleo para los próximos 20 años, y planificar e intensificar el uso de las fuentes de energía no convencionales, que están en su grado infantil de desarrollo con un uso efectivo del litio, pues a partir de este año los vehículos europeos utilizarán baterías de este elemento.
Foto: google.
Fuente: Página Siete .