Hasta agosto de 2025, la inflación acumulada en Bolivia se disparó al 18,1 %, muy por encima de la meta oficial del 7,5 % para todo el año. El alza persistente erosiona el poder adquisitivo, encarece insumos productivos y genera presión sobre la política monetaria y fiscal.
Datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) indican que la inflación acumulada de enero a agosto se ubicó en 18,1 %, mientras que la inflación interanual en agosto llegó al 24,2 %. Este comportamiento duplica con creces las proyecciones del Gobierno, que estimaba una tasa anual de apenas 7,5 % para todo 2025, y revela una aceleración sostenida desde principios de año. En junio, Bolivia ostentó una de las tasas mensuales más altas de América Latina, con un alza del 5,21 % solo en ese mes, lo que convirtió diciembre de 2025 en la economía regional con mayor inflación mensual registrada.
El acelerado incremento de la inflación ha sido provocado principalmente por la depreciación sostenida del boliviano respecto al dólar paralelo, algo que está vinculado con la crónica escasez de reservas internacionales y el déficit fiscal persistente. Esta fragilidad cambiaria ha facilitado dinámicas especulativas que impactan directamente el precio de productos básicos como carne, verduras y combustibles.
Repercusiones económicas: poder de compra y competitividad bajo presión
La inflación acumulada superior al 18 % se traduce en una pérdida tangible del poder adquisitivo de los hogares y eleva los costos operativos en sectores como comercio, servicios e industria. El encarecimiento de insumos y energía presiona al alza los precios finales y reduce la capacidad de ahorro y consumo interno. A nivel empresarial, los márgenes de rentabilidad se estrechan mientras la demanda se contrae.
Con una inflación acumulada superior a la meta oficial, el Banco Central de Bolivia (BCB) enfrenta el dilema de equilibrar entre contener la presión inflacionaria y no asfixiar la actividad económica mediante tasas de interés restrictivas. Al mismo tiempo, el Gobierno se ve obligado a reconsiderar su estrategia fiscal ante la necesidad de frenar la emisión monetaria y fortalecer las reservas, dado el riesgo real de erosionar la credibilidad macroeconómica.
Perspectivas: ¿hacia una trayectoria descendente o alza persistente?
La inflación interanual del 24,2 % observada en agosto sugiere que el proceso inflacionario podría prolongarse si no se adoptan medidas estructurales. Expertos proyectan una posible inflación final anual cercana al 20 % o incluso superior, dependiendo de si logra controlar factores como la liquidez de divisas, subsidios energéticos y volatilidad cambiaria.
La inflación acumulada de agosto marca un desafío serio para la economía boliviana. El deterioro del tipo de cambio, las restricciones de divisas, la presión fiscal y las dinámicas especulativas crean un escenario en el que el aumento sostenido de precios no solo reduce el bienestar inmediato, sino que también compromete la estabilidad macroeconómica. La recuperación del poder adquisitivo y la confianza de los agentes dependerán de decisiones coordinadas en política monetaria, fiscal y cambiaria.