Las exportaciones chinas registraron en octubre de 2025 una caída interanual del 1,1%, la primera contracción desde febrero y por debajo de las expectativas del mercado. El dato, publicado por las autoridades aduaneras, refleja una combinación de menor demanda externa y efectos de “front-loading” previos a episodios arancelarios, con implicaciones directas para los países latinoamericanos que dependen de las compras chinas de materias primas y manufacturas intermedias.
los datos oficiales muestran que las exportaciones chinas se redujeron 1,1% en dólares en octubre, rompiendo una racha de crecimiento y superando el revés de previsiones que apuntaban a un avance. Al mismo tiempo, las importaciones chinos también mostraron una desaceleración respecto a meses previos, con menores órdenes externas tras el adelantamiento de envíos ocurrido en semanas anteriores. Analistas internacionales han vinculado el movimiento a la normalización de flujos tras acumulaciones temporales y a la volatilidad reciente en las relaciones comerciales con Estados Unidos.
Para América Latina —y Bolivia en particular— la relevancia reside en la demanda de productos primarios y semielaborados que alimentan la industria y la comida del gigante asiático. China ha sido un comprador central de soya, cobre y otros minerales latinoamericanos; cambios adversos en su demanda pueden traducirse en menor presión comprador y en caídas de precios internacionales que afecten los ingresos por exportaciones. Los análisis del mercado de oleaginosas señalan que China dependió fuertemente de suministros sudamericanos en 2025, especialmente de Brasil, lo que evidencia canales directos de transmisión comercial en la región.
La dinámica tiene además una faceta logística y de competitividad: los periodos de “adelanto” de exportaciones tienden a concentrar operaciones en ventanas cortas, después de las cuales la actividad puede normalizarse a niveles inferiores, generando vacíos temporales en el despacho de mercancías. Para países exportadores de materias primas, la preocupación es doble cuando la desaceleración coincide con ciclos de oferta ajustada —por cosechas o capacidad de producción—, ya que los efectos sobre precios y montos en dólares son más intensos.
En el caso de Bolivia, la estructura exportadora incluye gas natural, minerales (metales y minerales) y productos agropecuarios como oleaginosas, sectores sensibles a variaciones en la demanda china. Una caída sostenida en las compras chinas podría debilitar los precios internacionales y, por ende, los ingresos por exportación y la balanza comercial boliviana, con posibles efectos en la acumulación de reservas y en la capacidad de financiación externa. Estas conclusiones son consistentes con la relación histórica entre China y América Latina en bienes primarios.
El retroceso de 1,1% en las exportaciones chinas es una señal que obliga a revaluar riesgos externos para economías dependientes de commodities. No constituye por sí sola un choque estructural, pero sí aumenta la probabilidad de episodios de menor demanda y volatilidad de precios hacia inicios de 2026. Para Bolivia y otros países latinoamericanos, la prioridad macroeconómica prudente pasa por: diversificar destinos y productos de exportación, reforzar coberturas y herramientas de gestión de precios (fondos soberanos o seguros contra caída de precios), y acelerar reformas que eleven el valor agregado exportable. Sólo así se podrá mitigar el impacto de oscilaciones cíclicas originadas en cambios repentinos de la demanda china





