La CEPAL proyecta un crecimiento del 2,4 % para América Latina en 2025, mientras que Bolivia se perfila por debajo del 1 %, lo que subraya la necesidad urgente de reformas estructurales ante un entorno externo más competitivo e incierto.
Diferencial de crecimiento que evidencia debilidad estructural
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) confirmó que las economías de la región crecerán alrededor del 2,4 % en 2025. Dicho ritmo –aunque bajo estándares globales– representa una ligera mejora frente a años anteriores. Para el mismo año, Bolivia figura como uno de los países con menor dinamismo, con un avance del producto interno bruto que no superará el 1 %, según datos públicos.
El rezago de Bolivia en este escenario regional evidencia que el país enfrenta limitaciones que van más allá de la coyuntura. Entre ellas se encuentran niveles de inversión privada bajos, saldos de reservas reducidos, capacidad limitada para diversificar exportaciones y presiones en el sistema fiscal. Esta combinación de factores crea un “cuello de botella” para la recuperación económica, sobre todo cuando el entorno internacional exige mayor valor agregado y eficiencia para competir.
Retos externos y su impacto interno
El panorama internacional añade complejidad al escenario boliviano. Por un lado, la ampliación del comercio global y las cadenas de valor requieren economías ágiles, conectadas digitalmente y competitivas en costos. Por otro, la disponibilidad de financiamiento externo se ha vuelto más exigente: los inversores valoran estabilidad institucional, liquidez y perspectivas de crecimiento claras.
En este marco, el rezago de Bolivia se vuelve especialmente problemático. Si la región crece moderadamente pero Bolivia no alcanza incluso ese ritmo, su margen para reducir pobreza, generar empleo formal e incrementar valor agregado industrial se estrecha. Asimismo, la capacidad de captar inversión extranjera directa, crucial para impulsar exportaciones y diversificación, se ve debilitada cuando las proyecciones de crecimiento son tan bajas.
Hacia una estrategia para cerrar la brecha
Cerrar esta brecha no es cuestión solo de estímulo temporal sino de transformación estructural. Bolivia debe combinar medidas de estabilización macroeconómica –para recuperar credibilidad externa y asegurar liquidez– con reformas de largo plazo que incrementen la productividad, mejoren la infraestructura, diversifiquen los productos de exportación y fortalezcan el capital humano.
El reto pasa también por inserción internacional: aprovechar la demanda global por materias primas, tecnología y servicios, pero añadiendo valor y conectándose a redes productivas más exigentes. Solo así podrá aprovechar que la región crecerá, aunque moderadamente, y evitar que su bajo crecimiento se traduzca en una pérdida relativa frente a vecinos con mayor dinamismo.





