El gobierno chino implementa medidas de apoyo para estabilizar la economía, que enfrenta su ritmo de crecimiento más lento desde la pandemia, generando incertidumbre
La economía de China se encuentra en un momento crucial tras reportar su menor crecimiento desde la pandemia. Con un aumento del PIB del 4.9% en el tercer trimestre de 2024, el país enfrenta presiones tanto internas como externas, lo que ha encendido las alarmas entre analistas y economistas. La cifra, aunque positiva, está por debajo de las expectativas del gobierno, que proyectaba una recuperación más sólida para este año.
Para contrarrestar esta desaceleración, el gobierno chino ha implementado un paquete de medidas de estímulo. Entre las más destacadas se encuentra la inyección de liquidez al mercado financiero, con el objetivo de reforzar la estabilidad de los sectores más afectados, como el inmobiliario y la manufactura. Además, se han reducido las tasas de interés para facilitar el acceso a créditos, incentivando la inversión y el consumo interno. Expertos señalan que, aunque estas medidas pueden ofrecer un respiro en el corto plazo, existen desafíos estructurales más profundos que el país debe enfrentar. La debilidad en el sector inmobiliario, que ha sido un pilar clave del crecimiento económico, continúa afectando la confianza de los inversores. Asimismo, la disminución de la demanda externa debido a las tensiones comerciales y el debilitamiento de las economías occidentales agrava la situación.
A nivel global, la desaceleración china podría tener repercusiones importantes. China es uno de los mayores consumidores de materias primas, y una ralentización en su crecimiento podría reducir la demanda de productos como el cobre, el petróleo y el acero, afectando principalmente a países exportadores en América Latina y África. Según analistas, una menor actividad industrial en China también podría influir en las cadenas de suministro globales, lo que incrementaría los costos logísticos y las interrupciones en sectores como el tecnológico y el automotriz.
China, la segunda economía más grande del mundo, ha sido un motor clave del crecimiento global en las últimas décadas. Sin embargo, este nuevo escenario pone a prueba su capacidad para adaptarse a un entorno cada vez más complejo. Las autoridades han expresado su compromiso de mantener políticas de apoyo sostenidas, asegurando que se implementarán más acciones si es necesario para garantizar la estabilidad económica.