Los servicios basados en conocimiento representan una oportunidad de diversificación exportadora para Bolivia, pero su valor actual es marginal comparado con economías regionales con modelos más maduros. Expertos destacan la necesidad de fortalecer capacidades productivas, marcos institucionales y cadenas de valor para captar mayor participación en mercados globales.
Exportaciones de conocimiento y brechas estructurales
En 2024 Bolivia exportó bienes del conocimiento por un monto estimado entre US$ 95 millones y US$ 124 millones, según datos presentados en el Foro Neoexportaciones organizado por la Cámara de Exportadores, Logística y Promoción de Inversiones. Esta cifra incluye servicios intangibles relacionados con programación, contenidos, traducción, logística, turismo y servicios tecnológicos, y se ubica muy por debajo del valor que Uruguay reporta en ese mismo rubro.
Por contraste, Uruguay exportó servicios por aproximadamente US$ 6 948 millones en 2024, de los cuales una parte significativa corresponde a servicios globales de alto valor como profesionales, técnicos y tecnológicos. Esto posiciona a Uruguay como un actor regional robusto en comercio de servicios, representando alrededor del 30 % de sus exportaciones totales.
Este diferencial refleja no solo la escala productiva de cada país sino también las capacidades estructurales y la inserción internacional. De acuerdo con la Aladi, cada boliviano genera en promedio exportaciones de servicios de conocimiento por US$ 11, mientras que en Uruguay la cifra supera los US$ 1 190 por habitante, una brecha que evidencia niveles de especialización muy diferentes. En Bolivia, sectores como Cochabamba concentran alrededor del 80 % de la creación tecnológica exportable, con unas 200 empresas tecnológicas que generan cerca de US$ 50 millones en ventas al exterior.
Macroeconomía y rol de los servicios intensivos en conocimiento
La clasificación de Servicios de Bienes del Conocimiento, comprende actividades cuyo valor radica en intangibles y competencias especializadas. Este segmento incluye tecnologías de información, servicios profesionales y consultoría, logística avanzada, industrias creativas y otros nichos que han demostrado resiliencia y crecimiento global constante.
En el caso de Uruguay, los servicios globales, han evolucionado a tal punto que representan una proporción creciente de las exportaciones de servicios y se integran a cadenas globales altamente competitivas. Este avance ha sido posible gracias a una combinación de políticas públicas orientadas al comercio exterior, conectividad digital, educación técnica y atracción de inversiones en sectores intensivos en conocimiento.
Para Bolivia, el contexto es distinto: aunque el país ha registrado dinamismo en sectores tradicionales como hidrocarburos, minerales y alimentos, la participación de servicios intensivos en conocimiento en el total exportado es aún marginal. Los datos oficiales más recientes reflejan que las exportaciones totales del país alcanzaron US$ 8 922,9 millones en 2024, con los bienes tradicionales dominando la canasta exportadora.
Esta composición exportadora limita actualmente la acumulación de divisas en segmentos de alto valor agregado y expone la economía boliviana a la volatilidad de los precios de commodities. En contraste, una canasta exportadora ampliada hacia servicios intensivos en conocimiento puede mejorar la resiliencia frente a cambios globales y aportar a un balance externo más equilibrado.
Relevancia para Bolivia y América Latina
La transformación hacia una economía más diversificada y con mayor participación de servicios basados en conocimiento es una tendencia observada en muchas economías emergentes. En América Latina, países como Costa Rica y Uruguay han liderado esta transición al consolidar sectores tecnológicos, financieros y de servicios profesionales con fuerte componente exportador.
Sin embargo, alcanzar resultados comparables a economías más desarrolladas en este rubro exige inversiones en educación, regulación favorable al comercio digital, infraestructura y acuerdos comerciales que faciliten el acceso a mercados de Estados Unidos, Europa y Asia.
La brecha entre Bolivia y Uruguay en exportaciones de conocimiento subraya la necesidad de una estrategia integral de largo plazo que no solo estimule la oferta de servicios intensivos en conocimiento sino que también aborde barreras estructurales. Bolivia cuenta con talento, empresas tecnológicas emergentes y potencial demográfico favorable. Sin embargo, la articulación entre política pública, sector privado y educación especializada será determinante para convertir ese potencial en resultados concretos en la balanza de pagos.
Un enfoque de política económica que combine incentivos a la exportación de servicios, formación avanzada de capital humano y acuerdos de integración comercial puede reducir vulnerabilidades y fomentar un perfil exportador más competitivo en la economía global





