Análisis de Emilio Martínez Cardona (Minas, Uruguay, 13 de diciembre de 1971) es un escritor y periodista uruguayo–boliviano. En columnas anteriores hemos abordado la influencia que ha tenido el Foro de Sao Paulo en la construcción de regímenes populistas autoritarios en diversos países de América Latina. En Bolivia, el ascenso al poder y la perpetuación en
Análisis de Emilio Martínez Cardona (Minas, Uruguay, 13 de diciembre de 1971) es un escritor y periodista uruguayo–boliviano.
En columnas anteriores hemos abordado la influencia que ha tenido el Foro de Sao Paulo en la construcción de regímenes populistas autoritarios en diversos países de América Latina. En Bolivia, el ascenso al poder y la perpetuación en él de Evo Morales fue auspiciado por el mencionado cártel de partidos de izquierda, que acudió en su ayuda (a través de los gobiernos socialistas de Brasil, Venezuela, Argentina y Chile) en momentos críticos para la “Revolución Democrática y Cultural”.
A propósito del proceso electoral en el que se apresta a entrar el país, es importante aclarar que entre los partidos bolivianos que han sido parte del Foro de Sao Paulo no solo podemos contar al Movimiento Al Socialismo (MAS), sino también al Movimiento Bolivia Libre (MBL), fuerza que a pesar de haber desaparecido jurídicamente sigue proyectándose por medio de sus exintegrantes.
Varios de estos fueron parte de la fallida administración de Carlos Mesa en el bienio 2003-2005, que feneció autoaislada del sistema político, con su populismo light del “gobierno de ciudadanos” y presa de las indecisiones hamletianas de su caudillo letrado.
Ahora, ese entorno parece volver como columna vertebral del pequeño frente armado en torno al exmandatario, hecho demostrable con la selección del precandidato a la vicepresidencia.
La presencia de este círculo ligado al Foro de Sao Paulo refuerzas interrogantes legítimas difundidas en amplios sectores de la ciudadanía, acerca de posibles pactos tácitos o explícitos entre mesismo y masismo. Vale la pena subrayar que el problema actual de Bolivia no es solo un partido de gobierno sino todo un régimen, que bien podría desdoblarse si eso conviene a sus objetivos principales.
Se corre el riesgo de que, en el mejor de los casos, Mesa acabe desempeñando un papel similar al de Dmitri Medvédev con Vladimir Putin, guardándole el asiento por un par de años al capo cocalero, en caso de que tuviera que replegarse a sus feudos “duros” mientras pasa la crisis económica.
En el peor de los casos, podría terminar siendo apenas un Henri Falcón a la boliviana, un legitimador de las condiciones asimétricas de campaña.
De lo que no cabe duda es del talante centralista del expresidente, del que sobran ejemplos en la memoria histórica de Santa Cruz, que puede y debe ser refrescada. Recordemos el mote de “élite provinciana” disparado contra la burguesía cruceña, o la intención de ordenar una intervención militar en el departamento contra el cabildo del 2005, dato registrado por el propio Mesa en su documental “Presidencia sitiada”.
Tampoco parece probable, dada la inclinación socializante del entorno descrito, que una hipotética segunda administración mesista pueda afrontar las reformas liberalizadoras que Bolivia necesita con urgencia, con miras a reducir la asfixia estatal contra el emprendimiento privado.
Lo cierto es que al país le conviene escapar por completo de las garras del Foro de Sao Paulo y no solo sustituir temporalmente a los gestores de ese cártel político.