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Reservas al alza, pero inflación tensiona el sistema financiero boliviano

Reservas al alza, pero inflación tensiona el sistema financiero boliviano

La combinación de una inflación acumulada del 19,22% a octubre, una economía en recesión y reservas internacionales netas reducidas colocan al sistema bancario frente a un escenario de tensión que obligará a ajustar políticas de liquidez, crédito y supervisión durante 2026.

La economía de Bolivia llega a 2025 en un escenario de fuerte presión inflacionaria. En marzo de este año se registró la inflación más alta en cuatro décadas. Esta alza sostenida de precios erosiona el poder adquisitivo de los hogares lo que, a su vez, puede reducir la capacidad de ahorro y de pago de créditos. Ese contexto afecta directamente al sistema financiero.

Por su parte, las reservas internacionales netas, han mostrado una recuperación en los últimos meses tras llegar a niveles bajos en 2023-2024. El 31 de agosto de 2025 el saldo ascendió a 2 881 millones de dólares, desde los 1 976 millones registrados al cierre de 2024.

A pesar del entorno adverso, los bancos bolivianos han intentado mantener la intermediación financiera. Una parte importante de los depósitos ya no están dolarizados, lo que reduce el riesgo cambiario en caso de tensión monetaria. Esa desdolarización brinda margen para maniobrar en bolivianos y reactivar el crédito.

Sin embargo la combinación de inflación, pérdida del poder adquisitivo, y incertidumbre sobre empleo e ingresos puede debilitar la base de ahorristas. Si los clientes pierden confianza o buscan refugio en activos que protejan valor, la liquidez bancaria podría verse presionada. Al mismo tiempo, la morosidad podría elevarse si empresas y hogares no logran cumplir con obligaciones crediticias.

Reservas, alternancia de riesgos y necesidad de prudencia

La recuperación de las reservas internacionales es un dato positivo y una señal de que el país recupera capacidad de respaldo externo. Entre enero y agosto de 2025 las RIN pasaron de 1 976 a 2 881 millones de dólares.

No obstante, ese crecimiento proviene en buena parte de valorización de oro y no necesariamente de un flujo robusto de divisas líquidas. Las divisas físicas reportadas, componente clave para operaciones de importaciones y para el respaldo del sistema financiero, siguen siendo reducidas, lo que limita la capacidad de intervención en mercados cambiarios o de atender demandas de liquidez en dólares.

En este contexto, la banca debe combinar expansión de crédito responsable con un manejo conservador de riesgo. Prestar con prudencia, mantener colchones de capital y asegurar la calidad de cartera resulta esencial para evitar desequilibrios.

Banca como factor de estabilidad o de vulnerabilidad

Si la banca logra mantener un equilibrio entre liquidez, crédito y confianza podrá actuar como palanca para la recuperación económica. Esto permitiría impulsar inversiones, reactivar consumo y respaldar operaciones de empresas, lo que a su vez dinamizaría sectores productivos.

Pero si el sistema no contiene riesgos, fuga de depósitos, morosidad creciente, desconfianza, la liquidez podría comprimirse, afectando la capacidad de financiamiento interno. Eso limitaría la inversión privada, encarecería el crédito y comprometería la estabilidad financiera general.

Bolivia entra en 2026 con condiciones desafiantes. La recuperación de reservas internacionales es una señal favorable, pero no elimina los desequilibrios reales que genera una inflación alta y un mercado interno bajo estrés. La banca nacional enfrenta el reto de actuar con prudencia para proteger depósitos, garantizar acceso responsable al crédito y sostener la confianza. Si lo logra, podría transformarse en un actor clave para la reactivación. Si no, corre el riesgo de convertirse en un cuello de botella para el crecimiento económico.