El giro político hacia la derecha en Bolivia ha generado una notable reducción del riesgo país, un indicador clave de confianza financiera; sin embargo, los desafíos económicos estructurales requieren una transición con responsabilidad y visión estratégica.
Inversores celebraron una potencial reorientación económica en Bolivia después de las elecciones, respondiendo con fuerza en los mercados de deuda. El riesgo país (EMBI) del país se redujo en más de 300 puntos, un signo claro de que la percepción de riesgo ha mejorado significativamente tras la jornada electoral. En paralelo, los bonos soberanos bolivianos se recuperaron con un alza superior al 5 %, alcanzando niveles que no se veían en más de dos años.
La reacción del mercado refleja expectativas crecientes que el nuevo gobierno pudiese implementar reformas estructurales, como desmonetización del déficit, reducción de subsidios o apertura económica lo cual facilitaría la negociación de un programa de financiamiento con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Economía con dificultades estructurales que limitan el optimismo
Sin embargo, el optimismo financiero choca con realidades macroeconómicas difíciles. Bolivia enfrenta una inflación que supera el 24 % anual, mientras las reservas internacionales están al mínimo y el déficit fiscal supera el 10 % del PIB. Además, el modelo productivo conserva deficiencias estructurales, con alta dependencia del gas y limitada diversificación exportadora.
Para empresarios y analistas, el descenso en el riesgo país y la recuperación de los bonos representan un alivio temporal: abre las puertas a financiamiento externo más atractivo y baja el costo de capital. No obstante, para que esta agenda económica tenga impacto real, se requieren acciones consistentes y claras desde el nuevo gobierno —como apertura gradual, fortalecimiento institucional y control fiscal— para convertir el nerviosismo de los mercados en estabilidad macroeconómica a mediano plazo.