La cosecha de granos de invierno en Bolivia alcanza un avance del 70 %, pero la sequía deja pérdidas significativas en zonas claves del oriente, lo que pone en riesgo la producción total y la estabilidad del suministro nacional.
La cosecha de cultivos de invierno en Bolivia avanza con fuerza en superficie, pero con resultados limitados en productividad. De acuerdo con estimaciones de Anapo, el proceso alcanza cerca del 70 % de avance, sin embargo, la prolongada sequía desde mayo ha reducido de manera considerable los rendimientos en zonas clave del oriente cruceño. La situación es especialmente crítica en áreas como el norte y el este de Santa Cruz, donde la falta de lluvias se combina con suelos cada vez más castigados por la variabilidad climática.
Riesgo para la semilla de soya de verano
Uno de los mayores impactos se observa en la soya. Aunque se proyectó sembrar 400 000 hectáreas en la campaña de invierno, alrededor de un 20 % no llegó a concretarse. Esto significa que una parte significativa de la producción destinada a semilla para la siembra de verano podría verse comprometida. El déficit genera preocupación porque la campaña estival es la más importante del año, tanto en volumen como en su aporte a la seguridad alimentaria y a la cadena exportadora de Bolivia.
A los efectos de la sequía se suma el problema del desabastecimiento de diésel, un insumo indispensable para la mecanización agrícola. Productores han denunciado que, ante la falta de suministro oficial, muchos se ven obligados a recurrir al mercado negro, pagando precios que triplican el valor regulado. Esta presión sobre los costos operativos limita la capacidad de recuperación del sector y compromete la competitividad de la producción nacional en un mercado regional cada vez más exigente. Organismos internacionales, como Reuters reportó en marzo de este año, ya habían advertido que la falta de combustible podría derivar en un impacto directo sobre la productividad agrícola y en un mayor endeudamiento para los productores.
Perspectiva regional y global
La situación en Bolivia no es aislada. En su último informe, la FAO señaló que varios países sudamericanos atraviesan escenarios similares, con déficits hídricos que afectan al trigo y al sorgo, y con costos de producción que continúan por encima de los promedios históricos. En el caso boliviano, estas condiciones adversas golpean de manera especial a un sector que representa uno de los motores de exportación del país y que aporta significativamente a la generación de divisas.
El panorama agrícola boliviano enfrenta desafíos que van más allá de la coyuntura. Las sequías recurrentes evidencian la urgencia de adoptar tecnologías más resistentes al cambio climático, como semillas tolerantes a la falta de agua, que actualmente se encuentran en fase de evaluación. Además, el acceso estable a combustibles y la generación de incentivos para asegurar insumos básicos se perfilan como condiciones indispensables para evitar una mayor vulnerabilidad del sector. De no resolverse estos factores, la capacidad del agro boliviano para sostener su rol como motor económico y de seguridad alimentaria seguirá bajo presión.