La caída en la producción afecta a industrias, hogares y la recaudación de regalías, mientras persisten las filas para acceder a un insumo clave en la matriz energética boliviana.
La caída del GLP: una década de deterioro sostenido
Santa Cruz enfrenta una profunda crisis energética derivada de la abrupta caída en la producción de Gas Licuado de Petróleo (GLP). Según datos del Instituto Cruceño de Estadística (ICE), la producción departamental de GLP bajó un 80 % en los últimos ocho años: de 43.064 toneladas métricas en 2016 a solo 8.216 toneladas en 2024.
En la actualidad, solo dos campos permanecen activos: Río Grande (7.366 TM) y Los Sauces Sur (851 TM), ambos en la provincia Cordillera. Campos históricamente relevantes como Caranda, La Peña, Colpa y El Tatarenda, dejaron de operar entre 2018 y 2020.
Impacto económico directo: más gastos, menos ingresos
Este colapso de la producción tiene efectos visibles sobre la economía regional:
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Alza de precios: El precio oficial de la garrafa de GLP es de Bs 22,50; sin embargo, en mercados informales se vende entre Bs 35 y Bs 50, llegando incluso a Bs 80 en zonas periurbanas. Las familias de barrios como el Plan 3.000 y la Villa Primero de Mayo reportan filas de hasta tres días para adquirir una unidad.
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Disminución de ingresos por regalías: La Gobernación de Santa Cruz estima que las regalías hidrocarburíferas caerán de Bs 1.100 millones en 2022 a una ejecución de solo Bs 550 millones en 2025. Esta merma reduce la capacidad de inversión pública, especialmente en salud, educación y caminos.
José Eduardo Ibáñez, secretario departamental de Energías, afirmó que “el modelo energético cruceño ha colapsado”, al no garantizar el abastecimiento interno ni ingresos sostenibles para el departamento.
Aumento de la presión fiscal y logística
La falta de GLP afecta no solo a los hogares, sino también a pequeños negocios, restaurantes y sectores como el panadero o el agroindustrial, que dependen del gas para operar. El costo logístico para el transporte de garrafas también se ha encarecido, especialmente por la escasez simultánea de diésel, agravando el abastecimiento.
Pese a estos problemas, Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) sostiene que se están distribuyendo 35.000 garrafas por día en Santa Cruz y 130.000 a nivel nacional. No obstante, los volúmenes no están alcanzando para cubrir la demanda, y persisten reportes de desabastecimiento y sobreprecio.
Expertos como Álvaro Ríos, exministro de Hidrocarburos, señalan que el colapso de la producción de GLP está ligado a la caída de la producción de gas natural en Bolivia, que pasó de 61 millones de metros cúbicos diarios en 2014 a menos de 27 millones en 2024. Menos gas implica menor disponibilidad para plantas separadoras que generan GLP. Además, la falta de inversión en exploración y modernización de las plantas separadoras, así como la creciente dependencia de importaciones, han agravado la situación.
Perspectiva técnica y necesidad de reformas
La situación actual exige medidas estructurales. Instituciones como la Gobernación de Santa Cruz y entidades académicas plantean:
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Incentivar la inversión en exploración y explotación de nuevos campos.
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Modernizar y ampliar la capacidad de las plantas separadoras.
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Diversificar la matriz energética para incorporar fuentes renovables.
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Mejorar la logística de distribución y control de mercados paralelos.
La crisis de GLP en Santa Cruz no es coyuntural, sino el reflejo de un deterioro prolongado en el sistema energético del país. Sus efectos ya se sienten en los hogares, la economía local y la recaudación fiscal. Sin políticas integrales y un giro estratégico en la planificación energética, la situación podría profundizarse, limitando el desarrollo de la región más productiva del país.