El bloque busca mayor autonomía arancelaria y acelera la aprobación del acuerdo con la Unión Europea, en un contexto global volátil.
Con la geopolítica global cada vez más volátil y marcada por guerras comerciales, tensiones entre potencias y una reconfiguración del comercio internacional, el Mercosur acelera su agenda de transformación. La flexibilización del Arancel Externo Común y el avance en el acuerdo con la Unión Europea se posicionan como ejes centrales para asegurar competitividad, autonomía y mayor resiliencia económica, especialmente para economías más vulnerables como la boliviana.
Un Mercosur en fase de adaptación estratégica
El Mercosur —integrado por Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y, desde 2024, Bolivia— se alista para celebrar una cumbre en Buenos Aires con una agenda centrada en la modernización de su política comercial. Entre los puntos clave se encuentra la flexibilización del Arancel Externo Común (AEC), que permitirá a los países miembros ajustar individualmente sus tarifas de importación frente a escenarios adversos o rupturas en la cadena de suministros.
Esta medida busca responder a una realidad internacional compleja: conflictos bélicos que alteran rutas marítimas, el auge del proteccionismo en países desarrollados y la disputa tecnológica entre bloques económicos que impactan de manera directa en los países exportadores del Sur Global.
La estrategia de flexibilización también refleja un giro hacia una integración más pragmática, donde los países del bloque podrán reaccionar con mayor agilidad a shocks externos, sin necesidad de largos consensos multilaterales que han frenado la toma de decisiones en el pasado.
Un acuerdo con la UE como ancla para la inserción global
En paralelo, el Mercosur sigue empujando la ratificación del acuerdo comercial con la Unión Europea. Este tratado, si se concreta, abrirá las puertas a un mercado de más de 500 millones de consumidores y podría consolidar nuevas cadenas regionales de valor, especialmente en sectores como alimentos, biotecnología, minerales críticos y manufactura ligera.
Para el bloque sudamericano, representa una oportunidad de diversificación geográfica, menor dependencia de mercados tradicionales como China y Estados Unidos, y un incentivo para elevar los estándares productivos, ambientales y tecnológicos. Pero el proceso aún enfrenta resistencias dentro de Europa, por preocupaciones ambientales y asimetrías comerciales.
Bolivia: desafíos estructurales ante una mayor apertura
Como nuevo miembro pleno del Mercosur, Bolivia enfrenta un reto dual: por un lado, alinearse a los acuerdos y normas del bloque, y por otro, desarrollar una capacidad exportadora competitiva. La estructura actual del comercio boliviano con Mercosur refleja un desequilibrio: entre 1997 y 2023, Bolivia acumuló un déficit superior a los US$ 42.000 millones, principalmente por importar bienes manufacturados de Brasil y Argentina, mientras su oferta exportable sigue concentrada en materias primas y productos agrícolas con poco valor agregado.
El ingreso de Bolivia al bloque, en este contexto, puede ser una oportunidad si logra fortalecer su sector productivo, tecnificar su agroindustria, desarrollar alianzas público-privadas para diversificar exportaciones y modernizar su infraestructura logística. La reforma del AEC y el eventual tratado con la UE podrían ser palancas, pero solo si se acompaña de políticas internas coherentes y sostenidas.
El Mercosur se enfrenta a uno de sus momentos más definitorios desde su creación. Su capacidad para adaptarse al nuevo orden económico internacional dependerá de su flexibilidad interna y del pragmatismo con el que afronte la apertura comercial. Para Bolivia, el desafío es aún mayor: aprovechar la ventana estratégica para corregir desequilibrios históricos y posicionarse como un actor competitivo dentro del bloque.