Los países del triángulo del litio (Argentina, Bolivia y Chile) pueden tener una gran influencia global en el mercado de este mineral pero se requiere de un acuerdo de políticas que además tendría un gran impacto en sus economías, dijo Pablo Bereciartua presidente del Centro Argentino de Ingenieros, en un evento virtual sobre la temática
Los países del triángulo del litio (Argentina, Bolivia y Chile) pueden tener una gran influencia global en el mercado de este mineral pero se requiere de un acuerdo de políticas que además tendría un gran impacto en sus economías, dijo Pablo Bereciartua presidente del Centro Argentino de Ingenieros, en un evento virtual sobre la temática realizado recientemente llamado “Oportunidades y desafíos de la industria del litio”.
En su visión, este acuerdo tendría un alcance significativo en la región, ya que podría dar la posibilidad de llegar a mercados cercanos como Brasil, Colombia, México o Paraguay que disminuyen el costo logístico y podrían volver rentable la agregación de valor de origen del litio.
Además, explicó que el acuerdo debería ser impulsado por estrategias regionales entre los tres países, con políticas públicas y privadas, con todos los niveles y los estándares de control y de cumplimiento que garanticen la sustentabilidad de esta industria.
Los beneficios del acuerdo serían, con políticas públicas apropiadas y con una estrategia regional, un “derrame” en términos de inversión de otras industrias, generación de empleo y la posibilidad de la modernización de la infraestructura de producción de modernidad en la región.
Bereciartua, que tiene un amplio conocimiento de los proyectos de industrialización de litio en Argentina, indica que los tres motores principales de las economías son la energía, el transporte y las comunicaciones y, en ese sentido, la región del litio está en un gran momento, “frente a una oportunidad única porque son esos sectores los que están generando una demanda absolutamente excepcional del litio, en general, de la minería”.
Por su lado, Carlos Gill Ramírez, inversionista latinoamericano que también participó en el evento, coincidió con Bereciartua afirmando que el fenómeno del cambio energético que está sucediendo en el mundo, ha hecho real la alta demanda del litio.
“Hace 20 años se tenía una demanda anual de 50.000 toneladas de litio, ya que su uso estaba limitado al sector industrial. Hoy ese sector se mantiene más o menos en esos niveles, quizá con un leve incremento de hasta 70.000 toneladas. Esta demanda es impulsada e incentivada por los Gobiernos para eliminar las emisiones de carbonos, para luego ser reforzada por los vehículos eléctricos y todos los beneficios de las baterías de litio (celulares, entre otros)”, dijo Carlos Gill.
Este año, continúa Bereciartua, hubo un salto exponencial en la industria del litio, como parte de una mezcla de un conjunto de políticas que se está dando en los principales mercados, también por un rebote de la salida de la pandemia.
Como parte del Consejo Asesor de Climate-Kic (comunidad europea de innovación y conocimiento co-financiada por la UE), con sede en Amsterdam, explicó cómo ven en Europa la transición energética en el marco de lo que se conoce como “green deal”, en donde utilizan políticas enfocadas en el medioambiente para promover cambios en las infraestructuras con vista particular en el transporte.
En América Latina, apuntó, Chile ha planteado de manera muy directa la utilización y el encadenamiento de esta industria para el desarrollo y ha promovido la creación de centros de tecnologías limpias donde se ve la inversión y el vínculo con la industrialización.
En Argentina, recientemente se aprobó la ley de movilidad sustentable que anuncia que hacia el año 2041 no se deberían vender más autos que sean de motor a combustión y una serie de instrumentos, entre ellos un fideicomiso y un conjunto de incentivos, para alentar la inversión y, sobre todo, al procesamiento y el agregado de valor en la cadena del litio vinculada a la movilidad sustentable, explicó.
En ese sentido, enfatizó, la creciente demanda de vehículos eléctricos no solo toma en cuenta el auto, y por supuesto la batería, sino que también los cargadores, que significa un sistema eléctrico en las ciudades que permitan que esto suceda.
“No estamos hablando solo de la batería, sino que tiene que haber una conjunción entre las políticas públicas y las privadas para lograr aprovechar esa oportunidad”, indicó.
Bereciartua concluyó que “no es una condición inexorable que haya que fabricar baterías o fabricar completamente autos eléctricos, lo importante es la creciente participación de estos países en la cadena de valor. Esta cadena está compuesta por siete factores: minería, procesamiento, cátodo, fabricación de baterías, vehículos y reciclado”. Los únicos países que participan de toda la cadena actualmente son Estados Unidos y China.