Si bien es muy cierto que la tendencia global es a “descarbonizar” y “desfosilizar” la economía, utilizando y promocionando nuevas fuentes de energía (renovables, como eólica y solar) no es menos cierto que el petróleo, sigue teniendo un peso específico en la economía internacional y lo continuará teniendo por las próximas décadas en tanto se
Si bien es muy cierto que la tendencia global es a “descarbonizar” y “desfosilizar” la economía, utilizando y promocionando nuevas fuentes de energía (renovables, como eólica y solar) no es menos cierto que el petróleo, sigue teniendo un peso específico en la economía internacional y lo continuará teniendo por las próximas décadas en tanto se consolide una –podríamos decir- amable transición energética de fósiles a renovables utilizando el “puente” del gas natural.
En 2018 el consumo de petróleo a nivel mundial estuvo cercano a 100 millones de barriles (datos de Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), es el 2.5% del PIB global y para 2019 la misma organización prevé que ese nivel de consumo se incrementará. Más allá de las políticas energéticas de reducción de fósiles hay una realidad económica objetiva e innegable: el mundo se mueve y se seguirá moviendo con petróleo en tanto se diseñen mejores condiciones de inversiones, tecnología y acceso a fuentes renovables. Además, la alternativa a dejar de usar petróleo por carbón tampoco es la mejor.
Semanas atrás hubo ataques terroristas a plantas de procesamiento de crudo saudita en Arabia que prácticamente detuvo gran porcentaje de la producción de petróleo (Arabia aporta el 5% del consumo mundial de petróleo) y eso generó alzas en los mercados hasta que el país tomó medidas de normalización de la producción.
Después de Venezuela el segundo país con reservas de petróleo es Arabia Saudita, con una reserva de crudo de 266.005 millones de barriles. El petróleo saudita, particularmente, tiene un peso específico en la economía global y son exportados, principalmente, y en distinta porcentaje a: Francia, España, Italia, Grecia, Reino Unido, Polonia y Portugal, a Japón, China, Corea del Sur, algo a Estados Unidos y a India.
El ataque terrorista puso el barril de petróleo referencial Brent para Europa en 68 dólares.
Esos ataques se producen en medio de todos los trámites que realiza la principal compañía saudita de petróleo, Aramco, para poner acciones en bolsa de valores que le permitirían captar más de $us 100.000 millones para futuras operaciones, demostrándose así que la potencialidad del petróleo en negocios es aún indefinida y eso del “oil-peak” está lejos, dadas además las nuevas técnicas de producción de petróleo como el fracking que prácticamente lograron la independencia energética norteamericana con cuya técnica logró extraer petróleo y principalmente gas natural y logró, disminuir sus emisiones de dióxido de carbono que dan lugar al efecto invernadero en años recientes y pasar de ser el mayor importador de petróleo del mundo a exportador potencial de petróleo en 2020.
Las políticas radicales de “cero uso de fósiles” bajo este escenario actual no tendrán cabida: no existe, de momento, la capacidad de reemplazar automáticamente el volumen de petróleo en la economía.
Los ataques terroristas a esa planta saudita demostraron que la economía puede encarecerse –por la subida de precios de ese commodity- dado que no hubo un “reemplazo” energético adecuado a la ausencia de esa porción de petróleo que no salió al mercado por los ataques referidos.
Creemos en la transición energética, impulsamos su puesta en marcha pero objetivamente aún falta camino por recorrer, y el petróleo saudita –o norteamericano, o de donde fuere- sigue demostrando su peso específico en la economía global.